sábado, 16 de marzo de 2013

¿ES CIERTO QUE LOS DONES CARISMÁTICOS DESAPARECIERON O CESARON CON LA MUERTE DE LOS APÓSTOLES?


LOS DONES CARISMÁTICOS Y LOS PRIMEROS CRISTIANOS  

 En este aspecto tan controvertido hoy en día, los primitivos cristianos tomaron una actitud muy prudente. Daban por sentado que para ser lleno del Espíritu Santo no era necesario hablar en Lenguas, ni que todos debiesen hablar en lenguas como dicen -erróneamente- algunos pentecostales (ni siquiera se planteaban este extremo). Por otro lado sus escritos desmienten la teoría de que los dones carismáticos desaparecieron con los apóstoles (aunque pocos siglos más adelante -hacia el III- no se vuelve a hablar de este tema en la cristiandad ni se vuelve a dar este fenómeno -salvo contadas ocasiones- hasta principios del siglo XX con el movimiento Pentecostal). Los escritos que dejo ahora hacen referencia y censuran a dos tipos de personas (asimilables a dos posturas radicales de hoy en día): Por un lado a los que usaban mal los dones, y por otro a los que desechándolos o tildándolos de manifestaciones demoníacas o cosas similares incurrían en pecado imperdonable (nótese que hablamos de dones genuinos, y no imitaciones de los mismos). Las cosas que se mencionan -como reuniones aparte de la iglesia donde "carismáticos carnales" se reúnen  para profetizarse mutuamente según sus ideas calenturientas y otras similares- son más que de actualidad. Ahí queda este testimonio.

"...al profeta que hable en el Espíritu no lo probaréis ni lo discerniréis; porque todo pecado será perdonado, pero este pecado no será perdonado. No obstante, no todo el que habla en el Espíritu es un profeta, sino sólo el que tiene los caminos del Señor. Por sus caminos, pues, será reconocido el profeta falso y el profeta..." (La Didaké o Doctrina de los Apóstoles 11)
"...Y todo profeta que enseñe la verdad, si no hace lo que enseña, es un falso profeta..." (La Didaké o Doctrina de los Apóstoles 11)

"Parecería tener por cómplice a un demonio, por cuya obra causa la impresión de profetizar, y también hace profetizar a aquellas mujeres a quienes juzga dignas de participar de su Gracia. Porque sobre todo anda detrás de mujeres, sobre todo a las más nobles, mejor vestidas y ricas, a las cuales trata de seducir con discursos orgullosos como éste: «Quiero darte parte de mi Gracia, (...) He aquí que la Gracia ha descendido sobre ti: abre tu boca y profetiza». En seguida la mujer responde: «Nunca he profetizado ni sé profetizar». El entonces pronuncia nuevas invocaciones para llenar de admiración a la pobre engañada, diciéndole: «Abre tu boca y habla cualquier cosa, y profetizarás». Ella entonces, envanecida por lo que se le ha dicho, siente calentarse su alma con el sueño de que está por profetizar; su corazón se pone a palpitar fuertemente, se atreve a hablar cosas delirantes y cualquier cosa que le viene, sin sentido pero con osadía, pues siente arder en ella el espíritu. Alguien superior a nosotros ha dicho acerca de estas profetisas que el alma encendida de viento vano, se torna audaz e irreverente. Ella entonces se siente profetisa, agradece a Marcos (Marcos es un falso cristiano) porque le ha comunicado su Gracia; y en agradecimiento no sólo le da una pingüe parte de sus riquezas, de donde él amontona una buena cantidad de dinero; sino que también le entrega su cuerpo deseando estar unida íntimamente con él" (Ireneo de Lión, Contra las Herejías, Libro I, 13:3)


"porque saben que los seres humanos no reciben de Marcos (Marcos es un falso cristiano) el don de la profecía, sino que Dios concede esta gracia desde lo alto a quienes él quiere; y quienes reciben de Dios este don, hablan donde y cuando Dios quiere, no cuando Marcos ordena. Aquel que manda es más grande y soberano que quien le está subordinado; pues lo primero es propio de quien tiene el gobierno, y lo segundo del que le está sujeto. Por eso, si Marco o algún otro da órdenes (como esa gente suele hacerlo en sus fiestas, jugando a los videntes y mandándose unos a otros profetizar y anunciando unos a otros profecías que satisfagan sus caprichos), entonces ese tal, siendo sólo un hombre será el que manda, y así se sentirá mayor y soberano del Espíritu profético, lo que es imposible. Pero los espíritus a los que ellos ordenan hablar cuando ellos quieren, son frágiles y débiles, atrevidos e irreverentes, a los cuales Satanás envía para seducir y llevar a la perdición a aquellos que no tienen firme la fe, ni conservan la que desde el principio han recibido de la Iglesia. (Ireneo de Lión, Contra las Herejías, Libro I, 13:4)


"Por eso sus discípulos verdaderos en su nombre hacen tantas obras en favor de los seres humanos, según la gracia que de él han recibido. Unos real y verdaderamente expulsan a los demonios, de modo que los mismos librados de los malos espíritus aceptan la fe y entran en la Iglesia; otros conocen lo que ha de pasar, y reciben visiones y palabras proféticas; otros curan las enfermedades por la imposición de las manos y devuelven la salud; y, como arriba hemos dicho, algunos muertos han resucitado y vivido entre nosotros por varios años (...) Y no lo hacen para seducir a nadie ni para ganar dinero, pues, así como ella (la iglesia) lo ha recibido gratis de Dios, así también gratis lo distribuye (Mt 10,8). Y no lo hace por invocación de los ángeles, ni por medio de encantamientos, ni por otros poderes malvados u otro tipo de acciones mágicas; sino que de modo limpio, puro y abierto, elevando su oración al Dios que creó todas las cosas e invocando el nombre de nuestro Señor Jesucristo, hace todos estas obras maravillosas no para seducir a nadie sino para el bien de los seres humanos. Pues si hasta hoy el nombre de nuestro Señor Jesucristo hace tantos beneficios y cura de modo seguro y verdadero a todos los que creen en él" (Ireneo de Lión, Contra las Herejías, Libro II, 32:4-5)


"Son en verdad infelices, pues al elegir ser pseudoprofetas, rechazan la gracia de la profecía en la Iglesia. Se parecen a aquellos que, para evitar mezclarse con los hipócritas que vienen a la Iglesia, se abstienen también de la comunión con los hermanos. Se da por supuesto que gente de esta calaña tampoco aceptan al apóstol Pablo; pues en la Carta a los Corintios escribió con precisión acerca de los carismas proféticos, y reconoció que hay en la Iglesia hombres y mujeres que profetizan (1 Cor 12,28ss y 14,1ss). Por este motivo, pecando contra el Espíritu de Dios, caen en un pecado sin perdón (Mt 12,31-32; Mc 3,29; Lc 12,10)" (Ireneo de Lión, Contra las Herejías, Libro III, 11:9)


"También juzgará (Dios) a los pseudoprofetas, los cuales, no temiendo a Dios ni aceptando de Dios el don de la profecía, fingen profetizar, mintiendo contra Dios, o por vanagloria, o por interés de ganancias, o por influjo del mal espíritu" (Ireneo de Lión, Contra las Herejías, Libro IV, 33:6)

"También nosotros hemos oído a muchos hermanos en la Iglesia, que tienen el don de la profecía, y que hablan en todas las lenguas por el Espíritu, haciendo público lo que está escondido en los hombres y manifestando los misterios de Dios, a quienes el Apóstol llama espirituales (1 Cor 2,15): éstos son espirituales, porque participan del Espíritu" (Ireneo de Lión, Contra las Herejías, Libro V, 6:1)
  "Por lo tanto, que ninguno piense que existe otro Dios Padre distinto de nuestro Creador, como lo imaginan los herejes, que desprecian al Dios verdadero y hacen un ídolo del Dios inexistente, creándose un padre por encima de nuestro Creador y tienen para sí el haber descubierto algo más grande que la verdad. En realidad todos estos son impíos y blasfeman contra su Creador y Padre como ya hemos demostrado en la Exposición y Refutación de la falsa gnosis. Otros, todavía desprecian la venida del Hijo de Dios y la economía de su encarnación trasmitida por los Apóstoles y vaticinada por los profetas para la restauración de la humanidad, como concisamente hemos demostrado. También a estas personas hay que contarlas entre los incrédulos. Otros todavía no acogen los dones del Espíritu Santo y rechazan el carisma profético, por cuyo rocío el hombre produce frutos de vida divina. De estos dice Isaías: Serán como un terebinto sin hojas y como un jardín sin agua (Is 1.30). Estos no son de utilidad alguna para Dios, pues no producen frutos" (Ireneo de Lyon; Epideixis)

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